El pelo oscuro de una mujer, su voz, sus pícaros ojos de mirada cómplice y el color arena de la piel que cubre a su pequeño cuerpo elevan la pluma de un escritor dormido y todo pareciera comenzar de vuelta.
Y es que tiene un aroma dulce tu boca, pequeña, que se mete y que se filtra y que persigue, en el preciso momento en que una canción comienza a abandonar su vientre espiritual para contemplar la luz del mundo.
Existe el universo, y Dios desde su discurso lo ordena. Yo soy un hombre de fe, pequeña y dulce niña de mi música, y vos podes cantar para siempre. Podes conectarte a mis manos, a mi cabeza, a la punta de mi cielo y desde ahi yo puedo cuidarte.
El escritor ya no duerme porque tiene un aroma tan dulce tu boca. Mientras tanto, un angel vestido de blanco cae del cielo y de una estocada rompe el hielo de un río congelado y el agua comienza a correr.
Me acerco hasta la orilla y miro mi reflejo. Todo está en mi bemol mayor, todo suena diferente y la mujer de pelo oscuro me agarra de las manos y entre el blanco de un angel y el verde de la selva, nos perdemos lejos.